Queridos defensores de la Sanidad Pública:
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Dado que mi apreciado Javier está en fase política avanzada-terminal y como creo que se merece un respeto (como todo ser humano), voy a dejar de escribirle un tiempito. Bueno, ya iremos viendo, porque ya sabéis que es muy obstinado y que aún puede dar algún que otro coletazo.
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Hoy os escribo porque estoy muy preocupada por vosotros. Será ese rol de cuidadora que se me ha pegado de vosotros después de tantos meses de intensa convivencia. Mirad, tenía que llegar. No conozco ninguna lucha por la conquista o la defensa de los derechos que no tenga una crisis intensa y profunda entre sus protagonistas. Ni siquiera en el caso de la nuestra en defensa de nuestros derechos civiles en EE.UU. El cansancio, los largos plazos, la no atención de las obligaciones familiares cotidianas, la rapidez de los acontecimientos y de la toma de decisiones, pero también la imagen mediática que fortalece al personaje en detrimento de la persona, los conflictos internos en la toma de decisiones, la enorme presión del sistema (partidos) que mandan –explícita o subrepticiamente-, la desconfianza interna por problemas de comunicación, la suspicacia y/o la sensación de traición a los pilares del movimiento y un largo etcétera son el caldo de cultivo más propicio para la crisis. La historia se repite. Aprendamos de ella.
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Ante los conflictos, las acciones de los que detentan el poder tienen un objetivo principal: dividir. Y es un objetivo consciente para el que se utilizan estrategias muy sibilinas. Cuando no ha podido callar a la calle y sus organizaciones, intenta dividirlas para que su voz esté partida y genere confusión. Divide y vencerás. Repasemos las tres estrategias habituales que utiliza el sistema y que, al final, acaban apareciendo en todas las hemerotecas:
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