Cómo comunicarse de manera respetuosa y eficiente con los niños.



Hoy me gustaría compartir con vosotros algunos consejos basados en el trabajo de Melanie Greenberg -psicóloga experta en familia y habilidades parentales- sobre cómo comunicar de manera respetuosa y eficiente con los niños.

  1. No hablar demasiado.
Cuando un adulto se tira media hora (en el sentido figurado… o no) hablando y hablando sin parar, no es de extrañar que en algún momento los niños desconecten. Y sinceramente, no creo que sean los únicos a los que les pase. Pero volviendo al tema, cuando queremos transmitir una idea o plantear un dilema a un niño, es importante limitar el flujo de información a 30 segundos o dos frases.
Ejemplo de lo que no se debe hacer:
“No estoy segura de cómo vamos a organizar tus clases de baile y de piano el semestre que viene, probablemente no puedas hacer las dos cosas porque las clases de baile son los lunes, miércoles y jueves a las 4 y no te va a dar tiempo a llegar a las clases de piano, a menos que decidas cambiar de día y vayas los martes, pero entonces tendría que ver lo que hago con tu hermano, a lo mejor puede cambiar sus clases de baloncesto e ir los viernes, pero pues tendría que pedirle a tu tía que lo lleve…”
Es probable que con este tipo de mensajes genere no sólo confusión pero además mucha ansiedad. No es necesario dar tanta información de un golpe a un niño. Muchas veces se trata de un mecanismo que los padres utilizan de forma inconsciente para desahogar su propia ansiedad o preocupaciones. Pero es importante aprender a manejar nuestra ansiedad de otra forma para no contagiar al niño. Trata de separar la información en trozos para que sea más fácil la digestión.

  1. No insistir una y otra vez.
Es común sentirse exasperado o irritado cuando tu hijo no te hace caso. El problema cuando tratamos desesperadamente de controlar una situación es que en vez de responsabilizar al niño, fomentamos su dependencia.
Por ejemplo, si tu hijo no se quiere levantar para ir a clase, en vez de ir a su habitación y repetirle cada 5 minutos que se de prisa porque va a llegar a tarde, puedes decirle: “En 30 minutos salgo de aquí. Si no estás listo o no tienes todas tus cosas, tendrás que explicárselo tú miso a tu maestra”. Aquí la comunicación es clara: el niño sabe lo que se espera de él y lo que ocurrirá si no acata las instrucciones. No se le juzga, ni se crea una atmósfera de tensión y ansiedad. De esta forma, el padre le permite al niño aprender de las consecuencias naturales de su comportamiento.
Cuando te responsabilizas demasiado por tu hijo, no solamente le comunicas indirectamente que no confías en que él o ella puede manejar la situación sin tus instrucciones o interferencia, pero además, pierdes una energía tremenda. Así que no os favorece a ninguno de los dos. El niño se vuelve demasiado dependiente y tú terminas agotado/a. Además, es probable que el niño viva estas intervenciones como demasiado intrusivas y termine adoptando una resistencia de tipo pasivo-agresiva.
  1. No utilizar la culpabilidad o etiquetas para que se cumplan las instrucciones.
Los niños no son empáticos por naturaleza. La empatía es algo que se aprende y que se desarrolla paulatinamente a medida que los niños van creciendo y además, depende en gran medida de la empatía que los padres manifiestan hacia ellos. El hecho de que tu hijo no sepa ponerse en tus zapatos no significa que sea insensible o egoísta, ¡simplemente es un niño! Y la tarea de un niño consiste en jugar y poner a prueba límites para aprender lo que es aceptable y lo que no.
Ejemplo a no seguir:
“Te he pedido varias veces que guardes tus juguetes y ahí siguen, tirados en el salón. ¡Estoy cansada! ¿No vez que he estado de pie todo el día? ¿Realmente no te importa? ¡No se puede ser más egoísta, de verdad!”.
Este tipo de comentarios crean mucha energía negativa. Aunque todos podamos entender la frustración de la madre, su manera de comunicar no es adecuada y es dañina para la autoestima del niño. Los niños internalizan este tipo de etiquetas negativas y empiezan a verse como “no soy lo suficientemente bueno”. Es importante no criticar la personalidad del niño, sino su conducta.
Una manera más adecuada de manejar este tipo de situaciones sería comunicarle al niño que estamos disgustados y la importancia de cumplir las reglas de la casa. Se le dice que el incumplimiento de alguna regla conlleva consecuencias. Por ejemplo, que no podrá acceder a sus juguetes hasta al día siguiente.

  1. Escuchar.
Si quieres que tu hijo desarrolle buenas habilidades de comunicación, es fundamental que seas un buen modelo para él o ella. Sin embargo, la escucha es una tarea difícil, sobre todo cuando tenemos muchas preocupaciones en la cabeza. Si estamos ocupados, podemos decirle al niño “Ahora mismo no te puedo escuchar porque estoy ocupado cocinando, pero dame 10 minutos y estoy contigo”. Es mejor ser honestos desde el principio y acordar un espacio para comunicar en otro momento (pero que no pase demasiado tiempo) que fingir que estamos escuchando. El niño se dará cuenta que no estamos atentos y naturalmente, perderá las ganas de expresar lo que le pasa. Una escucha activa implica gestos no verbales como el contacto ocular y la expresión facial que refleja que estamos siguiendo la historia o entiendo los sentimientos del otro así como el uso de la comunicación verbal. Es importante que el niño sienta que lo que esta comunicándonos nos interesa y nos importa.
Aunque aplicar estos consejos requiera esfuerzo y tiempo al principio, a la larga, los resultados son muy gratificantes: la dinámica familiar cambia de forma positiva y los niños crecen con un apego seguro y una buena autoestima.


por Jasmine Murga

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