Cómo comunicarse de manera respetuosa y eficiente con los niños.
Hoy me gustaría compartir con vosotros algunos consejos basados en el trabajo de Melanie Greenberg -psicóloga experta en familia y habilidades parentales- sobre cómo comunicar de manera respetuosa y eficiente con los niños.
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No hablar demasiado.
Ejemplo de lo que no se debe hacer:
“No estoy segura de cómo vamos a organizar tus clases de baile y de piano el semestre que viene, probablemente no puedas hacer las dos cosas porque las clases de baile son los lunes, miércoles y jueves a las 4 y no te va a dar tiempo a llegar a las clases de piano, a menos que decidas cambiar de día y vayas los martes, pero entonces tendría que ver lo que hago con tu hermano, a lo mejor puede cambiar sus clases de baloncesto e ir los viernes, pero pues tendría que pedirle a tu tía que lo lleve…”
Es probable que con este tipo de mensajes genere no sólo confusión pero además mucha ansiedad. No es necesario dar tanta información de un golpe a un niño. Muchas veces se trata de un mecanismo que los padres utilizan de forma inconsciente para desahogar su propia ansiedad o preocupaciones. Pero es importante aprender a manejar nuestra ansiedad de otra forma para no contagiar al niño. Trata de separar la información en trozos para que sea más fácil la digestión.
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No insistir una y otra vez.
Por ejemplo, si tu hijo no se quiere levantar para ir a clase, en vez de ir a su habitación y repetirle cada 5 minutos que se de prisa porque va a llegar a tarde, puedes decirle: “En 30 minutos salgo de aquí. Si no estás listo o no tienes todas tus cosas, tendrás que explicárselo tú miso a tu maestra”. Aquí la comunicación es clara: el niño sabe lo que se espera de él y lo que ocurrirá si no acata las instrucciones. No se le juzga, ni se crea una atmósfera de tensión y ansiedad. De esta forma, el padre le permite al niño aprender de las consecuencias naturales de su comportamiento.
Cuando te responsabilizas demasiado por tu hijo, no solamente le comunicas indirectamente que no confías en que él o ella puede manejar la situación sin tus instrucciones o interferencia, pero además, pierdes una energía tremenda. Así que no os favorece a ninguno de los dos. El niño se vuelve demasiado dependiente y tú terminas agotado/a. Además, es probable que el niño viva estas intervenciones como demasiado intrusivas y termine adoptando una resistencia de tipo pasivo-agresiva.
No utilizar la culpabilidad o etiquetas para que se cumplan las instrucciones.
Ejemplo a no seguir:
“Te he pedido varias veces que guardes tus juguetes y ahí siguen, tirados en el salón. ¡Estoy cansada! ¿No vez que he estado de pie todo el día? ¿Realmente no te importa? ¡No se puede ser más egoísta, de verdad!”.
Este tipo de comentarios crean mucha energía negativa. Aunque todos podamos entender la frustración de la madre, su manera de comunicar no es adecuada y es dañina para la autoestima del niño. Los niños internalizan este tipo de etiquetas negativas y empiezan a verse como “no soy lo suficientemente bueno”. Es importante no criticar la personalidad del niño, sino su conducta.
Una manera más adecuada de manejar este tipo de situaciones sería comunicarle al niño que estamos disgustados y la importancia de cumplir las reglas de la casa. Se le dice que el incumplimiento de alguna regla conlleva consecuencias. Por ejemplo, que no podrá acceder a sus juguetes hasta al día siguiente.
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Escuchar.
Aunque aplicar estos consejos requiera esfuerzo y tiempo al principio, a la larga, los resultados son muy gratificantes: la dinámica familiar cambia de forma positiva y los niños crecen con un apego seguro y una buena autoestima.
por Jasmine Murga
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