Áurea-Vicenta González de Sanz escritora y amiga colabora creando relatos para los pacientes del Hospital Universitario Infanta Sofía. ¡Muchísmas gracias!





UNA CONVERSACIÓN MININA


Como ambos comparten color de pelaje, oscuro como la misma noche, nada delata su presencia encima de la alta tapia que hace de linde entre  la vieja fábrica abandonada y el motivo de su espera.
-¿Has podido llevarte algo a los bigotes, primo? –Se interesa de veras.
-Ahí atrás le he hincado el colmillo a un mendrugo de pan –Ronronea.
-¿Has dejado algo? –Pregunta dubitativo, con un atisbo de ilusión.
-Detrás del montón de papel lo tienes si te apetece –Sabe que sí.
-¿Estás mal y no tienes ganas?–Realmente se preocupa.
-Estaba en ayunas pero no quiero perder los dientes con algo tan incomible –También le duelen las patas y se le cae algo el pelo pero eso lo lleva en silencio.
-Voy, a echarle una pupila.
Y, dicho –maullado, claro- y hecho, dando un ágil salto, cae majestuosamente con las cuatro patas bien plantadas sobre el gran desperdicio en que se han convertido la multitud de expedientes que los hombres desecharon hace muchísimo tiempo.

Se queda quieto y percibe claramente el movimiento que le transmiten las almohadillas pero decide en un instante que hay que vencer tentaciones y no prestarle atención, no es cosa de perder una energía de la que se haya escaso.

 Por más que esfuerza los ojos no localiza el manjar; él es más joven que el otro, todavía no le ha llegado el momento de temer quedarse sin algo de lo que porta en la boca, ahora lo que le preocupa es que no pasa nada por ella para masticar. Hoy le vendría bien, al menos, desayunar.
Desde arriba llega el esperado aviso. Al primo es seguro que le faltan dientes pero tiene el olfato muy fino y no le falla la vista así que ya está aquí la necesaria manduca.
Otro brinco y vuelve a colocarse en la altura.
-¿Hueles? –Pregunta sabiendo ya la respuesta.
-Sí –contesta ilusionado.
-Hoy tendremos pescado y puede que alguna espinaca –Asevera doctamente.
-Me molesta masticarlas, siempre se enreda algún trozo entre mis colmillos y he de andar varias horas intentando quitármelas –se hace el fuerte ante el avasallador disfrute gustativo que le acomete.
-No te quejes tanto –Reconviene con mimo al más joven.
Un rayo de dorada luz se va abriendo frente a ellos, después, igual que tantísimas noches, un golpe bien conocido les hace ponerse alerta.
-Estáis de suerte, mininos –los metálicos chasquidos que producen los botes de desperdicios acompañan con su destemplado ritmo a las palabras del hombre- Tenemos lasaña y algo de macarrones, hermosos.
El punto rojo del que proviene siempre la voz se aleja lentamente de ellos, los dos han de aguardar, sin moverse todavía, a que vuele por lo aires, vuelva a iluminarse el patio y a estremecerse de nuevo con el metálico chasquido.

-No hay luna esta noche, primo –Maúlla bajito para aplacar las tripas que se le sublevan ante el benéfico tufillo que asciende desde abajo.
-Tampoco llueve, querido –Apenas es audible el ronroneo-. Lo uno por lo otro ¿no te parece?






                   Valencia, 26 de Marzo de 2015.
Para “MI QUERIDO HOSPITAL” y su Hada Buena, Victoria Martín.
Con todo cariño.
                               Áurea-Vicenta González de Sanz


Aurea-Vicenta González – entrevista






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