Aprendiendo a distinguir los signos de que un menor está consumiendo alcohol según el doctor Mariano de Iceta, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes, Madrid).
Resulta primordial encontrar un porqué, como aconseja el psiquiatra del Hospital Infanta Sofía: “Es fundamental que nos cuente en qué situación estaba cuando bebió, qué tomó y si lo ha hecho más veces. Saber si se siente presionado por su grupo es una circunstancia muy distinta a que el adolescente beba porque no se siente bien consigo mismo, por ejemplo. Conocidas sus razones podemos mostrarle otras soluciones más saludables para resolver sus conflictos e insistirle en los efectos negativos del alcohol y en su inutilidad para solventar problemas. Hecho esto, hay que acabar la conversación con el compromiso por parte del menor de que no va a volver a beber en salidas posteriores y confiar en él. Nuestra misión es acompañarle y apoyarle y, una vez habladas las cosas, dejarle decidir en ciertos ámbitos, puesto que no podemos seguir protegiéndole como cuando era un bebé ni perseguirle a escondidas cuando queda con sus iguales”.
“El consumo de alcohol en la adolescencia no es un problema de unos pocos, sino un problema social, y para prevenirlo los padres deben mantenerse muy alerta", afirma el doctor Mariano de Iceta, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes, Madrid). ¿Cómo? "Primero, dando buen ejemplo a su hijo: si el alcohol está presente en la casa, que su consumo sea siempre moderado, nunca masivo. Segundo, prohibiendo su acceso a los menores, pues además de nocivo para la salud, es ilegal. Y tercero, aprendiendo a distinguir los signos de que un menor está consumiendo alcohol, pues detectar que algo pasa desde los primeros momentos en que empieza a ocurrir es el paso inicial para evitar que el problema se agrave y poder solucionarlo con más facilidad”, responden.
UNA RESPUESTA MADURA PARA CADA EXCUSA
Desde el departamento de salud mental infanto-juvenil del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Sofía nos explican cómo rebatir las falsas expectativas que los jóvenes persiguen al beber alcohol:
“Me relaciono mejor”. No es verdad. En general, cuando beben no controlan lo que dicen, suelen mostrarse irritables y presentan conductas inadecuadas de las que al día siguiente se arrepienten (es posible que ni siquiera las recuerden). Además, las interacciones sociales no tienen continuidad y no son auténticas.
“Me divierto más”. ¿Cómo es posible, si acaban la noche vomitando y mareados? Contrariamente a la idea que tienen de que van a estar más eufóricos y enérgicos, terminan la “fiesta” en un desagradable estado de sopor, faltos de reflejos y con dificultades para darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor.
“Si no bebo, soy un pringao”. La mayoría de los adolescentes sucumben a la presión de su grupo, con tal de sentirse integrados en él. Hay que ponerles ejemplos de compañeros que son muy valorados en su entorno por otras cualidades que no tienen nada que ver con “beber y saber aguantar” o descontrolarse y terminar en la sala de Urgencias de un hospital, tales como ser deportista, actor, músico o voluntario en una ONG.
“Así ligo más”. ¡Imposible! El mal aliento, las dificultades de pronunciación y construcción de frases y la torpeza de movimientos no hacen a nadie más atractivo, sino al contrario. Además, las chicas están más expuestas a situaciones de abuso sexual cuando están intoxicadas.
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