La escritora Áurea-Vicenta González Martínez nos dedica en estas fechas navideñas un relato para los niños ingresados en el Hospital Universitario Infanta Sofía. ¡Muchísimas gracias!
Felices Fiestas y Venturoso 2018
PATRI
Y LAS GAVIOTAS
-CUENTO-
Después
de pasar algún tiempo ingresada en la Sala de Pediatría, nuestra amiga Patri,
la niña que ya conocemos del cuento titulado “Patri y los gorriones”, es dada
de alta por los doctores y tras despedirse de todo el personal que tantos mimos
y cuidados le han procurado, se da cuenta de que hace unas horas que Inés, la
compañera de cuarto, con la que había hecho tan buenas migas durante la última
semana, y a la que le dejó la bonita peonza que …. Y … le habían regalado, se
ha marchado sin despedirse de ella ni devolverle el juguete en cuestión.
- ¡Qué
rabia! -dice enojada y con las lágrimas casi a punto de dar un salto desde sus
lagrimales- Bueno, espero que se lo pase bien con “mi” regalo.
Su voz tiene un dejo amargo y los labios le
tiemblan visiblemente al girarse para echar un último vistazo al lugar en el
que ha pasado tantos días y horas hasta su restablecimiento.
*****
-Lo
mejor del mar son las gaviotas, os lo digo de verdad.
Al otro
lado del móvil es posible que se hayan escuchado algunas risas burlonas, pero
ella, Patri, está diciendo la verdad. Le encantan estas aves blancas con pies
de pato, casi, casi, puede decirse que, tras dos días tumbada durante varias
horas seguidas a la orilla de la playa, las voladoras se han hecho amigas suyas,
al principio se asustó, pero, ahora, es así.
-Sí,
porque les doy de comer el pan que me sobra, pero, me encantan y ya está.
Patri
pulsa el botón rojo del teléfono y pone fin a la conversación, por un momento,
algo en el pecho le produce una leve molestia, se alarma y procura cerrar los
ojos.
Ella no
sabía que tenía tan mal genio, ¡caramba!
Si los
amigos no se lo creen es lo normal, medita.
También
ella se hubiera carcajeado si alguien le cuenta que una bandada de pájaros
grandotes aterrizan cerca de una hamaca con una niña tomando el sol, ahuecan
sus grandes alas y se acomodan en la arena rodeándola a cierta distancia, pero como
si ella fuera una más del grupo alado que reposa de sus correrías.
-
¿Estás bien, Patri?
La voz
de su papá corta de lleno sus cavilaciones, las gaviotas giran sus cuellos y el
impresionante pico apunta hacia el motivo de la plácida interrupción de
observación privilegiada del cercanísimo mar.
-
¡Chiiiisssss! Porfa, papi, no hables, así espantas a mis bichitos. ¡Estamos tan
tranquilitas!
-Bueno,
vale -el tono de voz se ha convertido casi en un susurro-. Prométeme que no
dejarás que suban hasta ti, aunque no lo parezcan, Patri, son peligrosas. Ten
en cuenta que su estado natural es el de depredadores. ¿Lo entiendes, cariño?
-Vale,
papá. Ya he visto cómo pescan lanzándose al agua y también cómo se engullen
canteros enteros de pan. Tengo la toalla y el sombrero y puedo defenderme, ¿no
crees?
- Muy
bien, señorita, excelente. Mamá y yo estamos justo detrás de ti.
-
¿Verdad que el mar es hermoso? Hermoso y agotador.
-
¿Agotador? ¿Es que te sientes mal, cariño?
La mamá
y el papá de Patri se han acercado muy apresurados hacia ella, por eso, las
gaviotas han emprendido, todas a una, el vuelo hacia el agua y un santiamén se
han posado sobre el mar dejándose mecer por sus vaivenes.
-Estoy
cansada, papis, el mar es hermoso, pero no deja de moverse. ¿Me lleváis al
hotel y volvemos mañana tempranito a saludarlo a él y a mis amigas con alas?
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